Blog de Fabricio Rodríguez de la ciudad del Villazo, Santa Fe, Argentina.

Trayecto a la manzana # 7





Todos están en su mundo. La pareja de la izquierda saca diversas fotos, y varias por lo que se ve. En la más elegida por ellos puede apreciarse un árbol. Ambos sonrieron después de fotografiarse ya que sacaron con flash en plena tarde de sol.

    En el lugar en el que están, se encuentran con el famoso taekwondista. Como todos los fines de semanas, practica tranquilamente la rutina con un compañero. Su compañero sostiene las palmetas y él golpea ferozmente. ¡Qué macana! En pocos minutos se apareció un loquito que golpeó al taekwondista y además a su compañero: se roba las palmetas. Menos mal qué ese día Filpo se quedó en su casa a reparar el auto viejo. ¿Mirá si el del mal momento era él? Qué sé yo.

    Sin embargo, no es el único que está de fiesta. También lo está Cala, junto a Paquito. Ambos disfrutan de la “Great celebration of Children's Day” organizada por el municipio de Ladrillos. La misma auspicia APV TevéShow. ¿De qué disfrutan? De saber que obtuvieron un número para el sorteo de la única bicicleta que se regala. Quizás, entre los trece mil chicos que asistieron al evento, podrían ser los ganadores. En fin, después de haber estado boludeando por allí, a Paquito le agarró ganas de hacer pis. Obligadamente tuvieron que alejarse de la fiesta para consumir en un bar y poder utilizar un baño ya que en la fiesta no había.

    Dentro de Alpaso, el bar de la avenida principal de Ladrillos, tres viejos toman café, y uno no tan viejo y corajudo, un vaso de whisky con un hielo. El cuarteto está sumergido en el fondo de una conversación acerca del contenido de una de las primeras páginas del diario Portal de los Chusmas. Una familia y un asesinato. Qué fuerte escuchar algo así a esta hora de la siesta. La culpa es de Paquito, ya que lo está escuchando todo. Qué tremendo el pibe.


¡Fuera! ¡Fuera! ¡La puta madre! Salí de acá, perro. Yo no sé porqué la vieja chusma Videla no cuida a sus perros. Tengo que andar renegando con este tornillo de mierda y esta herramienta que seguro no fue inventada para lo que estoy haciendo. Este perro de mierda es el culpable de mi mala onda –gruñe Filpo, fastidioso. Espanta con su pie izquierdo al perro de Videla, mientras está acostado boca arriba reparando el egreso de nafta del tanque del auto viejo. ¿Acaso Videla o tu vecina más cercana tiene esa cualidad de saber iniciar su profesión de vieja chusma? Qué sé yo.

    Parece ser, después de todo el murmuro, que a Filpo no le falta mucho para terminar. Solo tiene que aflojar una abrazadera con un destornillador para poder retirar la manguera que conecta al tanque de nafta. La idea es remplazarla por una nueva.


Paquito, mirá la cantidad de gente que hay en el bar. Voy a aprovechar a repartir los bonos de descuento. Además les voy a realizar una pregunta, quién la conteste bien tiene un regalo de mi negocio –acomoda su peinado con la mano izquierda, con la derecha guarda las gafas en el bolsillo. Busca en los bolsillos de su campera los bonos. Paquito lo mira entendiéndolo poco. Cree que su tío está loco por vender.

    ¡Buenas tarde gente! Mi nombre es Cala. Hoy es un día increíble, no solo por la Great celebration of Children's Day, sino también porque estoy agradecido que todos nosotros compartamos este espacio. Estoy a gusto con la tranquilidad que reina en el lugar, hay un clima agradable y es gracias a ustedes. Quiero dejarle estos bonos, no sólo son para encontrarme si me necesitan, con dicho podrán tener descuentos personalizados en mi negocio. Desde siempre algunas cosas mías podrían ayudarlos. ¡Ups! ¡Cierto que hoy es el día del niño! Tengo un bono especial de regalo a quién me diga la dirección del negocio –alza el bono hacia lo alto. Observándolo fija y cálidamente, sus ojos brillan como el mismísimo papel. Alpaso rebosaba de alegría ya que todos están enloquecidos por tal discursos. El hijo de un “rata” que no tiene internet en su casa y consume un mini café para aprovechar la red inalámbrica, rompe un diario y tira papeles de la emoción.

    ¡En el centro de la ciudad de Ladrillos! ¡En el centro de la ciudad de Ladrillos! -exclaman cinco sujetos. Cala pide disculpa por haber utilizado de sus tiempos.

    Contento y orgulloso por su oficio, al darse vuelta para ver a su sobrino, el mismo no está. ¿Qué pasó con Paquito?


Filpo termina después de haber renegado dos horas, demorado por causas naturales, se arrastra poco a poco tratando de salir de debajo del auto viejo. El perro de Videla le olfatea la pierna mientras lo hace. Siente calor en su rostro, unas pequeñas gotas de sudor lentamente se asoman en su frente. La ira por hacer desaparecer el perro de Videla o directamente ir a putear a la dueña o hacerla desaparecer con el perro, estalla en su interior y la reprime. Le recuerda al acto de vandalismo en una granja de ayuda, al que patearon a los animalitos con mucha violencia. No se encuentra del todo conforme, aunque pudo lograr salir de allí abajo. Mira de Videla, y ella está allí, rodeadas de cortinas. Se sienta en baúl a descansar y tranquilizarse.


Cala se acerca al mostrador para entablar una breve conversación con la chica de atención al público: necesita saber dónde está su sobrino. Primero empezó por la góndola, encontró unos chocolates excelentes que le recuerdan las noches de películas a lo gordo. Evoca las explosiones de chips, de almendras, rellenos, en sí, todos los chocolates llaman de su atención. Sobre todo los bomboncitos que están debajo de los chicles, en el estante del medio, lado izquierdo, esos redonditos que tienen licor. Lo peor es que siempre prefiere invertir en sus negocios. Entonces, agarró el chocolatín más barato. Mientras está pagando escucha voces que vienen desde la cocina. Una es parecida a Paquito, pensó. “¡Claro, Paquito!”, hasta que recordó que él lo está buscando. Pide permiso para ingresar. Le deja un bono de descuento a la chica.

    –¿Qué haces Paquito? La gente está trabajando no molestes. Nos tenemos que ir –lo toma de sus pequeños hombros, se agacha hasta llegar a su cabeza.

    –¿Es su hijo? ¿El mocoso maleducado es su hijo? –de mala manera mirando fijamente sobre Cala se manifiesta una cocinera.

    –Es mi sobrino, nos estamos yendo. Gracias por todo, no se olviden de visitar este lugar –deja un bono sobre la mesa.

    –¡Tu sobrino dice que la cocina está sucia! ¡Que no podemos cocinar en estas condiciones! Es antihigiénico –deja los utensilios sobre la mesa, coloca sus manos en la cintura. Feo aspecto brota en su imagen.

    –Disculpe señora no volverá a ocurrir. Me encargaré de retarlo –la situación comienza a incomodarse. Su celular está sonando.

    –¡Porque no te quedas a limpiar, tío! Así lo conformas a tu sobrinito.

    Cala atiende el celular, Filpo está en problemas. Se retira de la cocina sin importar de lo que la cocinera le dice. Solo bastó con dar media vuelta y empezar a caminar junto a Paquito. La conversación telefónica es increíble. Filpo relata que prendió fuego al perro de Videla y está escapando de la ciudad. En los próximos días tendrá que hacerse cargo de Paquito.


–¡Hola Juguete! Acabo de cortar con mi hermano. ¿Sabés por qué te llamo? Estaba fumando un pucho sentado en el baúl del auto viejo y cuando tiro el cigarrillo, el perro de Videla ardió en llamas. No me vas a creer, el perro chusma, igual que la dueña, se ve que se revolcó en la nafta que perdió el auto viejo mientras lo arreglaba. Del susto el perro corrió a su casa y encendió la cortina de la puerta. Ante la duda rajé. Necesito que me mantengan al tanto.

    Filpo se queda sin batería en el celular. Ni siquiera han pasado cinco minutos de su escape. No sabe dónde irá a parar, tampoco imagina porque está haciendo tanto escándalo, podría haber ido a disculparse o ayudar en el incendio. ¿Acaso quería que se incendiara todo? Qué sé yo.

    Al doblar a la izquierda nota que la luz de giro tiene problemas, estaciona. Camina hacia la parte trasera del auto, le dio un par de golpes a la óptica; no encendió. Decide seguir sin el guiño. Conduce lentamente, mientras se va chista a una chica hermosa que suele ver.

    –Bueno, qué decirte. Estamos escapando porque son más de trescientas casas incendiadas en Ladrillos en lo que va del año –habla a sus escritos que están en el asiento de al lado–. Al menos te estoy sacando a pasear, lo hago con Juguete algunas veces. Cómo es tu primera vez podríamos hacer un tour. Ya que nos queda recorrido tenemos que aprovecharlo. ¿Empezamos? Bueno… cuando vas trayecto a la manzana…



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Trayecto a la manzana # 6





–Bueno, tengo aproximadamente veinte minutos para comenzar a escribir la próxima edición. Justo el tiempo que necesito para llegar a mí casa –mira su reloj Rolmelt para saber si es o no es la hora que espera que sea. Crujen sus huesos de la espalda con un simple movimiento corporal, al finalizar presione la tecla numeral. Perdón, al finalizar da punto de partida trayecto a la manzana. ¿Trayecto a la manzana?

    Observa un árbol detalladamente, parece, que, sobre la corteza algo está escrito. No se alcanza a ver bien definido porque es de noche. Igualmente como tiene la particularidad de caminar un poco más rápido que el psicólogo que conoce, el árbol en pocos segundos quedó atrás. Ya es historia. Es pasado de un presente que al simple pestañar de ojos es historia.

    En su caminar distraído, se asusta. Dos perros se encuentran en la esquina, uno color negro y manchas blancas con rulos, otro color marrón clarito con el hocico más oscuros. Uno, apoyando las patas en el pecho del otro, mordiendo una de las patas, el mordido trata de quitárselo de encima con sus patas traseras; juegan a lo perro. Lo que lo asustó fue el taekwondista de Ladrillos que pasó caminando por al ras de su cuerpo. Creo que fue de manera agresiva. ¿Por qué lo habrá hecho? ¿Qué respondería el narrador? Es fácil: qué sé yo.

    Filpo comienza a seguirlo. Observa cada paso del taekwondista, de reojos mira fijamente su espalda. La noche no es de las tantas frías de invierno. Igual puede percibirse el clima. Duda en saber cómo se anima a deambular sólo por este barrio. Con lo peligrosa que está la calle; ¡claro! es taekwondista, sabe defensa personal. ¿Filpo qué sabe? Caminar más rápido que el psicólogo, por suerte. Mientras lo sigue decide realizar una pequeña evaluación queriendo captar la atención. Golpearía su puño izquierdo con la palma derecha, intimidándolo. Solo para saber cuál sería la reacción del taekwondista. Pero, como está fuera de estado físico, al cansarse descendió tres puntos de velocidad. Comienza a alejarse justo cuando se halla cerca del pasamano que está después del subibaja próximo al primer banco, Filpo, sube un pie al cordón que está tres metros antes que todo lo anterior. La policía que raramente realiza guardia en la plaza que diariamente cruza y nunca está, lo detiene.

    –¡Flaco, sacate la capucha y vení para’cá! –busca la linterna mientras desciende del vehículo. Además, aprovechó para tirar algunas bolsas de papás fritas y una bolsa de yerba mate que rebalsaba en el cajón de la puerta. Encuentra la linterna.

    –¿Qué tal oficial? ¿Qué pasa? –lentamente saca su capucha con la mano manchada con tinta previamente en la hora de sociología. Baja el cierre de la campera hasta la mitad, con poco esfuerzo gracias a la vela que le pasó en un momento de ocio. Se acerca meneando la cabeza hacia ambos lados; observa el lugar. No le gusta la idea de perder tanto tiempo.

    –¡Estás siguiendo al muchacho! Tenés pinta de sospechoso, más a esta hora de la noche vestido así –la linterna no enciende, le da unos golpes contra la palma de su mano. El gabinete hace ruido, seguramente se aflojo de tanto maltrato. Su compañero se acomoda el cinturón.

    –Oficial, es mi ropa de laburo, hace un rato salí y ahora estoy yendo a mi casa.

    –¿De qué trabajas? ¿Qué tenés en la mochila? –alumbra su hombro, luego su mochila mientras gira a su alrededor; realiza un sondeo. El compañero se queda abrazando una escopeta a dos metros de distancia.

    –Soy profesor de la Escuela Secundaria de Ladrillos y escritor de un humilde blog. En la mochila llevo mis instrumentos de trabajo –lo mira fijamente demostrando respeto, a su vez oculta un poco de nervios.

    –Mostrame tu identificación personal y vaciá la mochila. Te vamos a cachear –ambos se miran. El oficial hace unos movimientos con la cabeza, su compañero baja el arma, saca un folleto del chaleco antibalas y una birome de su bolsillo. Por los intentos que realizó, al parecer la birome no anda; finge escribir.

    Apoya la mochila sobre el suelo y está con su peso aplasta el pasto. Junta sus manos y abre la mochila en dos mitades. Saca papeles rayados y lleno de garabatos, una pluma de lechuza, un cuaderno todo rayado y más pavadas.

    –¿¡Vos me estás cargando!? ¡Esta mochila no tiene nada! –eleva la voz el oficial. Expresa catarro producido por tanto fumar.

    –Se lo dije oficial, son solo cosas mías… de trabajo.

    –¿Tus cosas de trabajo? Estas son todas porquerías –enojado de tantas vueltas su paciencia parece acabarse. El compañero mira sus uñas.

    Filpo contesta cada pregunta realizada, con algo de temor, intentando respetar al oficial. Sin embargo el señor palpeador, todo lo contrario, agresivo, con la idea fija de que es de noche y Filpo actúa de manera sospechosa. ¿Por qué deposita tanta desconfianza en alguien que camina encapuchado a horas de la noche por una plaza? Qué sé yo.

    El tiempo lentamente se pierde, desde hace varios minutos se encuentran inmersos en la situación, sin llegar a un acuerdo concreto, sin saber qué buscan de él para dejarlo ir. Entonces, el clima se rompe al escuchar el radio que se encuentra en el auto. Necesitan refuerzos de carácter urgente en el Puerto de Ladrillos. Al parecer un remolcador se hundió en el río afectando a nueve tripulantes de los cuales ocho están siendo salvados por un pescador y uno aún sigue sin aparecer. Corren directo al auto dejando libre a Filpo; continúa su camino.


Llega a su casa, encuentra a Paquito mirando APV TevéShow. Está sentado tranquilo, tocando con sus pies que no llegan al suelo a Inquieta que yace desparramada hasta escuchar el ingreso de Filpo. APV TevéShow no es para niños, como todos noticieros. El canal actualmente se encuentra cada día innovando, tratando de atrapar a todo tipo de público. Los nuevos personajes que aparecen disfrazados parecen entretener a su pequeño hijo. Además, ¿le importaría a un niño de tan solo cinco años saber que inauguraron un nuevo depósito para vehículos incautados sin buscar una manera de concientizar a la gente sobre seguridad vial? Filpo decide cambiar de canal.

    Luego de contar detalladamente su día, compartiéndolo y expresando ciertas emociones por haber conseguido el repuesto de su auto viejo, se hace el primer aperitivo borracho y se dirige a la computadora.

    Dicen los viejos que hay que desayunar como reyes, almorzar como príncipes y cenar como un mendigo. Bueno… salvo hoy que está de moda el nutricionista, de no ir estarías comiendo inadecuadamente. Sin embargo, padre e hijo, todavía intentan vivir de las viejas costumbres para que sigan perdurando. Como Filpo comienza a escribir su nueva edición y a los tres renglones el apetito acecha con aspecto feroz, prefirió preparar una picada.

    Se sienta junto a Paquito mientras toma otro aperitivo borracho. Paquito toma jugo natural exprimido. Los chicos menores de dieciocho años, en la ciudad de Ladrillos, no toman bebidas alcohólicas. Como en todo el mundo. ¿No es cierto?

    Imagina qué diría Juguete al ver la tremenda picada que está sobre su mesa. Gracias a un boludo de escritorio, que se sentó a tipear líneas y líneas de un espléndido proyecto, como trayecto a la manzana, hoy disponemos de envíos de fotos por celular. En ningún momento dudó en sacarse una fotografía junto a la tremenda picada para que muera de envidia su gran amigo al recibirla. Total, desde que tiene tendinitis en el dedo de tanto usar su celular, qué problema habría en usarlo una vez más.

    Recordó que la aplicación en la cuál realiza la transferencia tiene que actualizarse. A raíz de no haber comprado el paquete de datos por esperar la publicidad de descuento, decide utilizar la red inalámbrica. Desde la cocina no tiene señal, así que se acercó al modem. Como éste no emite señal, después de diecisiete golpes y trece azotes, lo reinicia. Sigue sin funcionar. Carente de felicidad por no enviar la foto, fue al patio a utilizar la red inalámbrica de la vecina… “Envío realizado con éxito”. Regresó a la cocina.

    Termina de comer y corre dirección a su escritorio. Se rompe el dedo chiquito del pie con la pata de la mesa y automáticamente evoca una compañera torpe. Llega rengueando con brillo de lágrimas en sus ojos, se sienta y comienza a escribir.

    Realiza una breve lectura para entrar en sintonía. Las últimas líneas cuentan que un trabajador de la ciudad de Ladrillos, fallese en la laguna ecológica de la contaminante planta industrial. Al terminar de leerlo, en lugar de seguir escribiendo, comparte tonterías a través de su teléfono celular. Si bien dejó plasmada la noticia en su blog, al fin y al cabo, en menos de un mes todos lo olvidarán, menos su familia.

    Paquito sigue mirando tevé.



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