Blog de Fabricio Rodríguez de la ciudad del Villazo, Santa Fe, Argentina.

Grietas del Tiempo




Esta historia relata aquel día en el que Cipriano inició su último año de actividad práctica. Las tareas realizadas con sus compañeros se convertirían en recuerdos inolvidables, con anécdotas excelentes, pero también con una serie de "malas" experiencias y trágicos sucesos que nunca faltaban.

 

Cipriano era incapaz de estar quieto en algún momento, ni siquiera pensaba en descansar mientras cumplía con su jornada. Su voluntad siempre se medía en términos de responsabilidad ante ciertas necesidades, o tal vez los ruidos de las máquinas en funcionamiento no le permitían concentrarse en otra cosa que no fuera su tarea. Por su experiencia, parecía haber pasado años ocupado en prácticas e intercambiando su tiempo por dinero. Las herramientas que utilizaba para desempeñar su función estaban cubiertas de partículas residuales, al igual que su bastón, que parecía desbordar mugre y grasa mezclada con organismos vivos.

 

Quienes conocían a fondo las relaciones en el taller afirmaban que no habría otro como él, que nunca habían conocido a alguien tan dispuesto. Parecía que todos habían llegado a un acuerdo para describirlo. Era una votación unánime. No había necesidad de seguir hablando del asunto, ya que gozaba de un reconocimiento social importante.

 

Cuando no se apoyaba en su bastón, su cadera descansaba firmemente en el borde de la mesa, y algunos llegaban a imaginar que en un futuro no muy lejano tendría que gatear, lo que claramente dificultaría su trabajo. Cipriano exprimía hasta el último minuto con solo leves suspiros, y cuando se quejaba, era por sus condiciones y nada más. Incluso trabajaba sin remuneración después de que sonara la señal de finalización, aunque las cámaras lo capturaran entrando y saliendo y su tarjeta lo certificara.

 

"Necesito mostrarte algo", le dijo a su compañero, quien llevaba junto a él más de 15 años. Alarmado por la situación o por algún otro motivo, su compañero se veía paranoico y le respondió despacio, frunciendo el ceño como si todo estuviera mal. Incluso miró a su alrededor, escudriñando el rincón más oscuro del taller y se esforzó por no ser escuchado por nadie más.

 

Inmediatamente, su compañero observó y depositó su confianza en él con un pequeño gesto que Cipriano reconoció al instante. A su vez, corroboró que él fue el único en comprender la situación y mantener esa sencillez que los caracterizaba como compañeros, un viejo truco que solían hacer antes de realizar alguna broma. Con solo un gesto, trató de calmarlo, y la seguridad que le ofreció se transformó rápidamente en solidaridad. Él respaldó la voz de Cipriano, quien deseaba ser escuchado. A lo largo de su trayectoria laboral, estos dos habían construido una excelente relación basada en su compromiso con las tareas diarias, lo cual los llevaba a reflexionar en equipo. Esto se debía a su disposición conjunta y a los sentimientos afectivos y cercanos que compartían, tanto en el ámbito laboral como personal.

 

Entonces, sintiéndose cómodo, Cipriano dejó caer sus ropas al suelo, quedando desnudo. Orgullosamente, arrojó su pudor al suelo, ya que para qué serviría ocultarse ahora que viviría desapercibido e inútil.

 

"Se acabó mi momento de actividad práctica, estoy lleno de grietas", dijo bajando la mirada, sintiéndose avergonzado, y extendió sus brazos olvidándose del bastón. Luego apretó los puños, lamentándose y castigándose por algo orgánico que lo acompañaba y que también le sucedería a su compañero en algún momento. El tiempo lo había agrietado, ya no quedaba nada de su cuerpo liso, completo, práctico y tenaz. Cayó de rodillas buscando consuelo. Con timidez, vio de reojo a su compañero, quien le ofreció su mano, transmitiendo esperanza y tratando de calmarlo.

 

"No quiero quedarme fuera de práctica de ninguna manera. Me veo obligado a intercambiar hasta mi último aliento por necesidades, ya que el dinero será escaso a partir de ahora. ¿Cómo puedo dar los siguientes pasos con menos? Sin miedo, pero reconociendo que pronto las tendrás... Mira mis grietas. Con grietas no servimos para nada. Soy una carga para las instituciones. ¿Quién puede cubrir necesidades sin intercambiar tiempo? ¿Cómo lidiaré con las necesidades que superan las migajas que ahora recibiré por estar agrietado, y que otras personas aportan mientras están en práctica? Las grietas revelan el tiempo transcurrido. No puedo escapar de las ofensas de las generaciones venideras, si es legítimo que nos excluyan. Nos han puesto en contra, harán que te olvides de mí y me dejarán abandonado en algún lugar para los agrietados.



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Elocuciones interminables (no-Demóstenes)


 


Voy a tratar de describir a esa persona que alcanzó gran popularidad en la década pasada. Hace aproximadamente 7 años escuché hablar de él y la curiosidad me llevó a conocerlo. En aquellos tiempos solía aparecer semanalmente en la televisión, explicando de manera única diversos temas de la vida cotidiana. Los capítulos eran atractivos en términos de producción y estética. Con el paso de los años, por razones desconocidas, tal vez por falta de presupuesto, baja audiencia o decisiones políticas, dejó de aparecer en pantalla. Actualmente, en el mismo canal, transmiten programación antigua, aunque ahora la importancia se encuentra en llenar teatros y estadios.

 

Al parecer, su carrera como divulgador comenzó años antes de su estallido en la televisión. No me interesa mucho indagar en cómo llegó allí, ya que considero que no es relevante y asumo que no afecta al lector. Solo agregaría la sospecha de que su hermano, quien es periodista, pudo haber tenido algo que ver.

 

Es obvio que posee habilidades elocuentes para participar en cualquier panel de cualquier programa que trate sobre cualquier tema. Hace unos años, tuve la "oportunidad" de presenciar sus discursos en vivo (incluso me tomé una foto al finalizar). Digo "oportunidad" porque me regalaron la entrada, de lo contrario asistir al teatro para verlo habría costado lo mismo que una cena para dos en el elegante restaurante de mi ciudad. La verdad es que la función no fue gran cosa; allí descubrí que algo no cuadraba.

 

Desde que lo conozco, soy escéptico. Cuando me preguntan qué me parecen los contenidos que expone, evito dar una opinión porque su constante parloteo me sumerge en un mar de palabras que nunca me llevan a ninguna parte. La mayoría de las personas tienen la reacción contraria y quedan enamoradas de este locutor (o animador, ¿quién sabe?). A mí no me pasa eso, desconfío sin tener un fundamento claro. Bueno, tal vez sí hay uno: él finge saber cuando en realidad no sabe nada más que hablar.

 

Hay algo que lo caracteriza y que podemos destacar: su capacidad para hablar en público durante varias horas seguidas. Pronuncia letras, palabras, oraciones, frases, etcétera, etcétera. Lo he visto humedecer sus labios con un sorbo de agua de una botella biodegradable de 500cc, sin mostrar necesidad de lubricar sus cuerdas vocales. Lo que sí muestra es un exceso de voluntad o, visto de otra manera, un impulso natural. Pareciera que el Dios del lenguaje resucitó para escribir su destino: hablar como pocos seres humanos lo hacen (al menos en mi "mundo" limitado). Resulta poco creíble que en el siglo XXI aún exista el Dios del lenguaje, una especie de reencarnación de Thot.

 

En sus momentos más lúcidos, mi abuela solía decir que hablar es fácil. Al escucharla, imaginaba que la inmensa mayoría de personas en este planeta habla (habría que buscar estadísticas en otro momento). Pero aprendí que hablar está más cerca de comunicarse que de cautivar al público a través del habla. Lo segundo es otra cosa, una combinación explosiva y, me atrevo a decir, potencialmente peligrosa como una estafa. La descripción gráfica de lo que cuento se refleja en una nube de palabras que desprende el aroma de un gran hechizo que seduce a los espectadores.

 

En los escenarios, se enfrenta a multitudes sin causar cansancio. Hay otras personas que, en los primeros minutos de su intervención, aburren hasta provocar bostezos y uno querría arrojarles el celular, sin importar lo lujoso que sea. Sin embargo, con él, uno termina con los músculos faciales adoloridos de tanto fijar la cara de tonto. Intenté imaginar si esto se debe a su apariencia, ya que en cuanto a presencia podría considerarse disruptivo según la perspectiva desde la cual se le juzgue. Grandes oradores elocuentes como Steve Jobs o Nelson Mandela han utilizado ropa negra en sus conferencias para no agotar visualmente a su audiencia, lo mismo el Che Guevara o Fidel Castro que dio un discurso de 4 horas con un conjunto liso verde oscuro militar. Sin embargo, este individuo se viste con ropa cotidiana que me hace pensar en un cartel colgado que dice: "Vamos, llámame 'pendeviejo'".

 

Hasta el momento publicó dos libros. En el primero, explica temas interesantes, algo similar a lo que hacía en los programas. El segundo, que despertó mi curiosidad, trata sobre lo mismo pero encuentra una forma creativa de expresarlo. No soy experto en literatura, pero creo que podría clasificarse como una novela o algún subgénero.

 

En los libros también encontramos esa encantadora forma de expresión, aunque no sea a través del habla. Las palabras que escribe tienen un efecto de letargo académico. ¿Algún día despertarán los lectores cautivados y le concederán el podio de los "no-Demóstenes"? Nada sería más hipócrita que eliminar la hipocresía, ya que como dice el viejo refrán: "Lo que no te mata, te hace más fuerte". Hablemos y escribamos ociosamente sobre él, porque la vida es demasiado breve como para aburrirnos.


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La telaraña




Cuando nada ocurría, miré hacia arriba y encontré en un rincón de la cocina una enorme telaraña que quién sabe desde cuánto tiempo está allí. ¡Qué perseverancia tiene la araña que dejó esa telaraña! Confía plenamente en que atrapará algo. En ese momento, recordé al viejo Alberto, que era pescador: casi cuando faltaba media hora para el amanecer, lanzaba su red de pesca al río en su lugar estratégico. Algo similar hacía mi mamá, pero en lugar de la telaraña y la red de pesca, me sentaba frente a la televisión.

(Escrito en 2014)
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