Blog de Fabricio Rodríguez de la ciudad del Villazo, Santa Fe, Argentina.

Estudiantes en apoyo




Un mensaje de texto lo hizo salir de su casa. Una causa justa lo estaba esperando. Con cada paso, una sonrisa señaló su ansiedad por llegar, dejando algo atrás, como por ejemplo su comodidad.

    En el transcurso del recorrido, un desconocido lo miró directo a los ojos haciéndolo poner nervioso, o tal vez imaginó demasiado una situación casual; siguió caminando ahogando la congoja del tiempo.

    Fueron menos de veinte cuadras las que recorrió para llegar a la concentración. Al final, desde su comienzo creyó que sería en vano apurarse, pero no, comprendió la idea de haberse ligado a la participación.

    Al llegar al lugar citado, encontró a varios de pie en la vereda, a otros sentados sobre el pequeño tapial, a algunos apoyados sobre las rejas, y le dolió la ausencia de otros convocados.

    Entre los murmullos de los presentes un muchacho se dirigió al medio de la calle, levantó un brazo como pidiendo la palabra y vociferó a los demás, “¡marchemos!”. Se miraron para organizar quienes serían los que encabezarían, sin embargo rompió el hielo el último en llagar agarrando un pasacalle: lo siguieron cinco compañeras y formaron una fila desplazando el mensaje de cordón a cordón. Marcharon a paso lento a medida que se iban acomodando.

    Cada dos segundos los del frente se daban vuelta para ver a los demás y aprovecharon a leer las frases de los carteles más grandes. Hicieron palmas e inventaron canciones populares. Las voces golpearon contra las casas provocando que los vecinos se asomen y miren con cara rara. Algunos conductores tocaron bocina alentando, otros, para que se hagan a un lado.

    Finalizaron la movilización en la plaza principal de la ciudad con los puños en alto, se dieron un fuerte aplauso y hasta ser escuchados gritaron, “¡VIVA LA LUCHA DOCENTE!”.



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