Blog de Fabricio Rodríguez de la ciudad del Villazo, Santa Fe, Argentina.

Las cosas por su nombre





Hace más de 500 años, a través de una serie de expediciones, Cristóbal Colón tendió un puente entre dos mundos consiguiendo ríos de sangre, muertes en masas y el saqueo más grande de la historia de la humanidad. Los conquistadores titularon a este acontecimiento como el descubrimiento. Con semejante arrogancia comenzaron a llamar a las cosas por su nombre.

Los navegantes bendecidos por los reyes católicos creyeron haber desembarcado en la India. En consecuencia, ante el primer contacto con los habitantes del lugar los denominaron indios y en homenaje a un comerciarte y explorador europeo, llamaron América a las tierras desconocidas.

Desde tiempos remotos, las familias nativas de los pueblos que fueron descubiertos, se desplazaban de un sitio a otro en filas jerárquicas por diversos territorios buscando sobrevivir (sin la explotación animal y la utilización de la rueda para el traslado de pertenencias). Los más experimentados de las familias iban al frente de la comitiva para desmontar la maleza, resistir cualquier amenaza, y como principal objetivo, abrir paso a los siguientes. Así nacieron los senderos a cielo abierto en el que se trasladaban uno detrás del otro.

Ellos llamaron civilización a lo que nosotros precisamos como genocidio. Durante la evangelización las filas cobraron otra importancia, ya que esta cualidad ancestral de desplazamiento burlaban a las tropas enemigas: al transitar uno detrás del otro, el último borraba las huellas sin dejar rastros. Sin embargo, los avances técnicos mediante la brutalidad que ellos señalaron como progreso dieron vida a los caminos empedrados de la época colonial en la que desfilaban los nativos esclavizados. Al procedimiento milenario de traslado lo bautizaron como fila india y sus ecos se escuchan después de cinco siglos.

En la actualidad, Santander Río, siendo uno de los bancos españoles que acrecentó sus ganancias con la devaluación, inició un periodo de retiros voluntarios. Cuando la patronal abrió camino hacia la oficina de recursos humanos, se detuvo en la puerta y dijo: pasen en fila india.




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Noches contadas





Una noche larga como las anteriores convirtiéndose en testigo de su dificultad para dormir. El silencio fue vencido por la monótona gotera que cae en el baño, los diversos sonidos de los insectos nocturnos que venían desde afuera y las tripas de su hijo que parecían atravesar las paredes de una pieza a la otra. La luna reflejada en el interior de la habitación empujaba a las sombras hasta concentrarse en la periferia.

Días anteriores calmaba su angustia caminando lánguidamente por la casa en la búsqueda desesperada por controlar su respiración. Pero esta vez lo intentaba observando con nostalgia desde su almohada a los muebles y los objetos: la cómoda que heredó, el espejo que manifiesta la pérdida de peso de su mujer, el calendario que marca a oscuras, el reloj que rompió con la idea de olvidase de la hora y el cuadro de su familia colgado en la pared donde escasea la humedad. El recorrido visual de las pertenencias por un lado le provocaba insomnio y por el otro una especie de llanto contenido. Los pensamientos lo acorralaban en un laberinto de cuestiones que no dependen de sí mismo. Parecía encantado, sometido contra su voluntad.

Su estabilidad se desvanecía en noches sin descanso. Cada atardecer le presentaba, como un callejón sin salida, la entrada al infierno de cálculos y falsos razonamientos abstractos. Incluso hasta le preocupaba saber cuántos estarían como él y cuáles serían las consecuencias. ¿Acaso el mundo es así de cruel o es un problema individual?

El día que recordó los proyectos familiares que anhelaba antes de casarse y educar a sus hijos, además de sentirse desgarrado y frustrado, bebió un vaso de licor con un puñado de pastillas que por suerte solo terminó en una intoxicación con vómitos. Momento en que se dio cuenta que el suicidio es un problema para los que quedan.

El sol demoró una eternidad en traspasar la ventana para despejar la oscuridad amenazante. Como era de suponer fue el primero en huir de la cama. Luego se asomaron de a uno en la cocina: su mujer, su hija y por último su hijo. Dejó su porción de desayuno para los pequeños, hizo un saludo general con una sonrisa fingida y como todos los días salió a buscar una changa.




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La masacre de Avellaneda




    Esta historia transcurre seis meses después de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. ¿Las recordás? Aquí va una frase histórica: “que se vayan todos”. Aquí va una imagen popular del momento: “un helicóptero escapando de la Casa Rosada”.

    El gran saqueo del régimen que dejó a miles de familias sin un plato de comida, culminó con altos índices de desocupación, cierres de fábricas, megadevaluación y un brutal ajuste. La calidad de vida de las personas había bajado notablemente.

    Los desocupados no se quedaron con los brazos cruzados, impulsaron marchas en distintas localidades. El movimiento de desocupados “Aníbal Verón”, cuyo nombre conmemora al colectivero ejecutado por la policía salteña de la represión del año 2000, se dirigía a protestar al Puente Pueyrredón pero se encontraron con un extraordinario operativo de las fuerzas de “seguridad”. Con la participación de la Policía Federal, Policía de la Provincia, Gendarmería Nacional y Prefectura Naval, lograron un aislamiento geográfico por la frontera sur.

    El fuerte operativo policial impidió el acceso de los manifestantes a los principales puentes de ingresos de la ciudad. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, ordenó la represión y desalojo del puente Avellaneda.

    En las inmediaciones de la Estación Avellaneda se desató una fuerte represión. En el hall de la estación, cae Maximiliano Kosteki al ser baleado en el pecho con balas de plomo. Otro joven, Darío Santillán, regresa para socorrerlo, toma su mano, se conocen por fin pero también cae muerto.

    El 26 de junio de 2002, en total se hirieron a 90 personas, más de 30 con balas de pomo, 2 muertos y 150 arrestados. Hoy recordamos la fecha como la “Masacre de Avellaneda”.  Kosteki y Santillan se hicieron conocidos por millones de personas a través de este crimen de Estado. Se convirtieron en una juventud dispuesta a dar una gran pelea contra este régimen.


Eduardo Duhalde, Aníbal Fernández y Felipe Solá, son los responsables políticos que todavía gozan de impunidad.





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Pesadilla al acabar





    Los dirigentes demócratas de Texas festejan saltando más alto que las mesas. Hoy se cumple un año de la sanción que prohíbe la masturbación masculina. Ley que considera a la práctica autosexual como un acto en contra de los niños por nacer.

    A la luz de la luna que refleja en el lago de una mansión estadounidense, la sombra de un corcho al volar distrajo la vista de todos en el lugar. El champagne empezó a girar entre los invitados para sus copas poder llenar. Multas de 100 dólares al placer natural. Basta de eyacular fuera de una vagina sin una orden judicial.

    Durante la prohibición de la masturbación reapareció Freddy Krueger. Las niñas que saltaban la soga en sus películas ahora son mujeres realmente excitantes. Las pesadillas se convirtieron en sueños eróticos. Los jóvenes heterosexuales dejaron de morir al dormir y continuaron los actos en contra los niños por nacer gracias a las acabadas nocturnas.


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Cumpliendo la condena



    
    En la esquina del bar que discriminó públicamente por las redes sociales a los jóvenes que llamó “wachiturros”, un patrullero de la VI se detuvo a 45 grados en la ochava. Dos milicos se bajaron dejando el motor encendido para rodear a dos púber que por sus apariencias, tenían una edad aproximada entre 11 y 13 años.

    En el profesorado de la ciudad una charla fuera de lo común convocó a unos cuantos estudiantes. Se trató sobre la “educación en contextos de encierros”. Un docente que trabaja en la cárcel de San Nicolás, habló que el 85% de los presos no tienen una condena que cumplir; de cómo la sociedad rechaza a los encarcelados; criticó el sistema penal en su conjunto, el accionar de la policía y el negocio corrupto de la institución en general que incluye a los políticos, jueces y abogados. Escribir sobre la charla en sí, conllevaría más de un texto.

    Conversó más de una hora con mucho énfasis sobre pedagogía, didáctica y cultura carcelaria. También sobre cuáles son los mecanismos para que perpetúe la institución policial. Al final, intervino una maestra de educación inicial, comentando que en su salita tiene pequeños que son hijos de detenidos. Dice que tanto la escuela primaria como la secundaria están militarizadas y rodeadas de milicos y patrulleros. Diariamente los docentes presencian el hostigamiento y la persecución a los jóvenes. Los discriminan. Los cachean. Luego, afirma que directamente la zona norte de la ciudad está militarizada y que los barrios de allí están condenados socialmente por el resto de la sociedad nicoleña.

    El docente alarmado por el relato de la educadora le da la razón. La zona norte es un sector que además de sufrir necesidades básicas, no hay un día que no vuelen tiros como si nada. Los pibes, las esposas y familiares del lugar están hartos de la situación de inseguridad que se vive con la policía. Explica que cuando una persona sale de la cárcel, es porque cumplió su condena. Es decir, si les dan 3 años por robar un kiosco y cumple consecuentemente con la condena que dictamina el juez, ya está, se terminó, y nada más los vincula. Sin embargo, el problema es, que al estar las personas de los barrios condenadas socialmente y estigmatizadas, en la primera denuncia que se realice, como primera medida los superiores cercan de patrulleros la casa de “tal” ex recluso por el simple hecho de tener antecedentes. Entonces los milicos van, allanan y desvalija la casa, una y otra vez. Incluso llevan la problemática a los medios sin una respuesta concreta del fiscal. Las personas que cumplieron su condena están cansadas de que no les dan laburo, de la sociedad que los segrega y muchas, cargadas de bronca, vuelven a robar y a ser encarcelados.





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Sobre los docentes investigadores





    En la sociedad actual se espera que los docentes sean investigadores para fortalecer al aula como espacio de reflexión. Para pensar esta responsabilidad que se les asignan también hay que pensar de qué se trata esta lógica y situarnos en el contexto de desinversión del sistema educativo.

    El régimen de conjunto está en decadencia, atravesado por una crisis económica, política y social de dimensiones históricas. Las medidas dictadas por el FMI profundizan el vaciamiento y ajuste de la educación pública, vapuleada en mayor o menor medida por todos los gobiernos capitalistas. Por consiguiente, el capitalismo produce condiciones sociales de desigualdad y la educación cumple una función reproductora de las mismas. Esto se da bajo la naturalización ideológica que culmina en el último eslabón responsabilizando a los docentes por el rol social que ocupan. A su vez, el Estado acompaña el desprestigio con los salarios a la baja, malas condiciones laborales y el recorte permanente del presupuesto educativo. Al mismo tiempo hay despidos y desfinanciamiento en los sectores de Ciencia y Tecnología para aquellos científicos de la educación que contribuyen en teorías y prácticas a la calidad educativa desde sus investigaciones y la incorporación de diversas disciplinas.

    En el sistema educativo no solo los científicos pueden investigar, en la actualidad diversos autores teorizan sobre la importancia de “ser” (y no de capacitar) docentes como investigadores para que en el aula “sean” creadores de conocimiento. La pedagogía freiriana latente en cada establecimiento descansa en la idea de que los docentes tienen la tarea fundamental de estimular el espíritu crítico y reflexivo de los estudiantes que contribuirán a la transformación de la sociedad; como si los docentes no fueran también participes de dicho proceso.

    Para que se desarrolle el mismo, es necesario acompañarlo con acciones sucesivas que provoquen dicha transformación. En este sentido, la sociedad debe estudiarse a través de la ciencia para comprender y explicar una infinidad de aspectos que la componen. En consecuencia, el Estado tiene absoluta responsabilidad en la formación académica y constante de los docentes como investigadores, para que dispongan de un conjunto de disciplinas interesadas en el estudio científico de los distintos aspectos en sociedades y culturas determinadas.

    En la historia de la humanidad, la ciencia siempre nos ha demostrado avances extraordinarios. De modo que los docentes investigadores, deben cuestionar diariamente lo establecido porque sin una lectura específica de las realidades con la que se encuentran en las escuelas no podrán reflexionar y trabajar sobre las mismas. Para lanzarse al encuentro de los porqués, debe respaldarse con la ciencia, vista a esta como un sistema de conocimientos verificables ya que es esencialmente práctica. La ciencia es un método para investigar, un modo de conocer, un método de descubrimiento. La utilización del método científico en el campo educativo implica necesariamente la puesta en práctica del pensamiento científico, un modo de indagar en las diversas realidades.

    Pero, la ciencia tiene que ser dirigida a la adquisición de conocimiento de dichas realidades, a la búsqueda y descubrimiento de las propiedades y cualidades de un objeto de estudio a fin de dominarlo. Sin una dirección y un método, no hay devolución esperada. Es por esto que su principal función es social, ya que es necesaria para prever los acontecimientos y dominar la realidad.

    Los docentes investigadores conociendo e interviniendo sobre las realidades escolares pueden auxiliar a sus necesidades. Sin embargo, la resolución de cuestiones particulares, no transforma la sociedad en su conjunto. La sociedad no surgió espontáneamente sino que se desarrolla empíricamente a través de una larga, complicada y contradictoria lucha de clases por la existencia y consecuencia de un dominio mayor sobre la naturaleza y realidad.

    El problema radica en la ciencia puesta al servicio de la clase dirigente, bajo lineamientos que responden a los intereses del mercado, la ideología capitalista y su perpetuación. Los docentes investigadores tienen que luchar por una educación que esté dirigida por los intereses de la clase trabajadora y los sectores populares, que es donde pertenecen. A través del método científico, es posible generar una democracia interna en cada espacio educativo y se formen sujetos críticos y políticos bajo una cultura participativa, en la que docentes y estudiantes discutan cómo llevar adelante la  transformación de la sociedad. En cada espacio educativo deben abrir el debate. Por lo tanto, es fundamental promover la educación científica a partir de la cual los trabajadores y la juventud puedan apropiarse de los conocimientos acumulados por la humanidad a lo largo de la historia.





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