Blog de Fabricio Rodríguez de la ciudad del Villazo, Santa Fe, Argentina.

Trayecto a la manzana




Trayecto a la manzana es una historia/ejercicio que realicé en junio de 2014. La escribí con la intensión de practicar la construcción de personajes y narrador. La publico en este blog después de tantos años, para que la comparemos con las narraciones que voy realizando y así saquemos nuestras propias conclusiones.

    En ese momento, como cábala, salía a caminar para inspirarme. De esta manera, titulé a la historia como “Trayecto a la manzana”, haciendo alusión a una mezcla entre el recorrido de regreso (trayecto) y la tentación de querer escribir (manzana como símbolo de la tentación de Eva, y espacio urbano).

    No es de los mejores escritos que he plasmado. Incluso la persona que me corregía los cuentos y me ayudaba a mejorar, me pidió que me olvide de la historia y escriba cosas nuevas. Sin embargo, opino que me ayudó a sentar las bases de muchos de los posteriores escritos. 


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Tío en el rubro




Cuando en aquella tarde de invierno a mi compañero de trabajo le pregunté qué tal el tío, me dijo lo siguiente: el tío es un viejo avaro que se sigue llenando de agua. Parece que se maneja en el rubro de la plomería. Él, describe el trabajo de la siguiente manera:
Imagina un caño, un segmento de metal galvanizado cilíndrico o del material que evoques, a este por dentro le fluye un caudal de agua. Como es un segmento, tiene un principio que el agua recorre hasta llegar a un final. La clave del éxito es: más agua entra, más agua sale. Así empezó todo. 
Imagina otro caño, ahora éste tiene varias perillas que al trabajar en conjunto hacen posibles el perfecto flujo de agua. Como las perillas son regulables hay que exigirlas para que el agua no solo salga por el final, sino también por las mismas perillas.
El agua no se desperdicia, lo que sale de las perillas también es para el tío.



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Todo es una mentira




Hace mucho tiempo que no dice siquiera una mentira pequeña como el palito de yerba que flota en su mate. Sin embargo, hasta suena ruidoso decir que su dicho podría ser una mentira porque quizás estaría mintiendo. ¿Qué objetivo tendría decir una mentira pequeña como el palito de yerba que flota en su mate? si al fin y al cabo, pequeña o no, sería una mentira.
El hecho de comparar una mentira pequeña, con un palito de yerba que flota en un mate, puede que haya sido la primera excusa efímera que se le ocurrió. A alguien miente: en el supuesto caso de mentir, él sólo sabe que es una mentira; quizás cuando miente, nadie se da cuenta. Sea una mentira o no, a esta altura, ¿qué es una mentira?
La última mentira que dijo, pasó desapercibida, a pesar de que mintió a todos; no se percataron en lo absoluto. Es de los tipos, que con gestos físicos de expresión, acompañan a la oratoria. Hace que no se distinga la magnitud de la mentira que está apuntalando la dialéctica. Puede exhibir una mentira tras otra sin dejar de pertenecer al podio de los que hace mucho tiempo no dicen una mentira pequeña como el palito de yerba que flota en un mate.
Miente de una manera inigualable, ¿se mentirá a él mismo? ¿Nunca cree que miente? Simplemente confía que su mentira no es tal mentira. Todos los que se encuentran en el lugar consideran lo que dice.
Él está convencido: el rouge no pintó la colilla del cigarrillo, sino que la colilla del mismo, lo arrancó de sus hermosos labios. Cualquiera lo hubiese hecho en el lugar de dicha colilla. No es una mentira pequeña como el palito…



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Después de apagar la tevé cuando veía el noticiero




Al golpear el control remoto accidentalmente sobre un vaso, provoca el derrame de la última gota que había quedado; se aleja apurado del asiento. Le tiemblan las piernas y con dificultad se dirige a cerrar la ventana que exhibe el patio. Da medio giro para regresar a la silla y de pie como una estatua comienza a dudar, el miedo lo paraliza. Vuelve a inspeccionar la ventana (la abre): se detiene varios segundos para observar más allá de su cocina. La cierra y la traba, asegurándose.

    Una vez reposado en su asiento recuerda que la ventana del frente también está abierta. La desliza hasta su tope luego de cerrar la persiana. Evoca algo que le puede servir.

    Minutos más tarde, encuentra su vieja cadena reforzada con candado que guardaba en el ropero. La utiliza posteriormente en la acción de atar la reja sin cerradura que cerca su casa a pocos metros de la calle. Rápidamente, entra a la casa. Para cerrar la puerta principal, primero desliza el pasador de la misma. Retira la llave del bolsillo izquierdo, con solo dos vueltas, da función a la cerradura: se siente hermético.

    Sobre la mesa dejó el celular con el número de emergencias marcado.



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Vecinos Enfrentados #09




“¡Seguimos con más show nocturno en radio Poroto, no te canses del insomnio, nosotros hacemos posibles tus sueños!”, apaga la radio de su auto luego de haber llegado de una importante cena. Mientras acomoda un poco el interior del mismo para poder descansar tranquilo, encuentra un escarbadientes en el rincón más oculto de la guantera, lo aloja en su oreja y guarda el auto en el garaje.

    Al cerrar la puerta tiene deseos de realizar una maldad, siente que no puede ir a dormir hasta terminar con semejante sensación; se detiene a ver la casa de su vecino.

    Agarra el escarbadientes después de tocar su oreja y apunta el destino. Comienza a correr hasta cruzar la calle. Se detiene dos minutos atrás de la puerta intentando sacar una conclusión de los movimientos procedentes del interior. “Parece que todos duermen”. Con una mano mantiene apretado el pulsador del timbre y con la otra entierra el palillo oriundo de la picada. Deja el timbre trabado de su vecino de enfrente y corre a descansar.



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Vecinos Enfrentados #08




Allí está, haciendo zapping en su tevé. Todos los programas que le ofrece el único servicio de su ciudad lo aburren demasiado. Corre la silla hacia atrás, gira hacia su izquierda y camina en dirección a la ventana. Observa algunos segundos y parece estar convencido de algo; da media vuelta, en los próximos pasos arroja el control sobre la mesa y se desenvuelve a paso erguido.

    -¿Dónde estará? Siempre que busco algo importante no lo encuentro –revisó la mesita de luz. En el piso no solo están los calzados que normalmente tiene tirado, sino también, sin ningún temor, con mucha prisa, los objetos del cajón desparramados. Entre tantas opciones para distinguir a simple vista sobre el dormitorio, ya que hay sectores del mismo ocupado por sus cosas, lo encuentra. Sale corriendo muy apurado nuevamente hacia la ventana principal.

    La intención de fastidiar se desmoronó en unos simples minutos, el puntero laser invade todo el living pero, la novela ha terminado y su vecino de enfrente ya no se encuentra en tal habitación.



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Vecinos Enfrentados #07




Por novena vez actualizó la página principal que contiene las novedades de la red social en la que participa. Motivos no sobran, sólo buscó enriquecer el poco tiempo de ocio para descansar las piernas de tanto trabajar.

    Entonces otra vez, una melodía particular interrumpe el momento; suena el teléfono, lo contempla hasta el próximo “rin”, y atiende.

    -Escuchame una cosita salame, soy yo. No me simpatizás para nada, pichón. ¡¿Por qué no nos vemos en la calle y charlamos como vecinos enfrentados que somos?! –golpea el teléfono sobre el escritorio, mira hacia el techo y sacude la cabeza mordiendo con mucha presión a puños cerrados. De nervios, luego de salir corriendo hasta chocarse el televisor que casi cae, llega a la puerta de ingreso. Después, con un brusco manotazo sacó el picaporte al escapar de su hogar, se chocó con tres preciosas muchachas de no menos de sesenta años, testigos de Jehová, sonrientes y muchas ganas de platicar largas horas. De fondo su vecino de enfrente señalando con una sonrisa que se aprecia a ancho de calle, lo saluda y se mete en su casa.



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Vecinos Enfrentados #06




Hay cuatro cosas que le gusta hacer en tardes de sol. Una de ella es tomar mates en la vereda ya que le gusta la poca brisa sin prisa que corre por las calles.

    Agarra el mate y casi se le cae el yerbero que presiona entre sus costillas y antebrazo; claro, su otro brazo está ocupado con esa reposera playera que compró muy contento gracias a la inusual oferta del supermercado chino. Apoya suavemente las cosas sobre el suelo, despliega la reposera y se echa para atrás, relajado, estirando sus pies con mucha tranquilidad.

    -¡Viejo de mierda! Cuántas veces te habré dicho que en otoño el arbolito que te da sombra llena de hojas el barrio –refunfuñe fastidioso por la cantidad de hojas secas que hay en su vereda. Cruza la calle y golpea las manos de tal manera que sale la chica de al lado. De repente corre hacia su casa y a los pocos minutos regresa.

    Lo más raro que vio la chica de al lado, no fue la intensidad del vecino de enfrente golpear las manos, sino que fue ver la caía del árbol que acababa de cortar por la mitad.



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Vecinos Enfrentados #05




Mientras eleva e inclina suavemente la pava para cebar el mate de todas las tardes, recuerda que tiene algunas bolsas de basura acumuladas en el lavadero. Desde que los recolectores de residuos fijaron dos días claves para que los ciudadanos se despojen de los desperdicios, no se puede alojar ni amontonar en el canasto que está en la vereda porque enseguida te hacen una multa a raíz de su nueva gestión. ¡No saben lo limpia que están las calles! Además siquiera hay olor despreciable.

    Dejó el mate sobre la mesa. Con impulso e inercia al alejarse de la mesa para levantarse, golpea la pared con la silla. De pie, confiando en sus convicciones, se dirige al lavadero. A los pocos segundos sale de su casa mirando hacia ambos lados, cruza la calle, y deposita en el canasto. Realizó dos veces tal acción.

    Al siguiente mes, sin previo aviso recibe una multa junto a los impuestos. En el momento se preocupó por desconocer el por qué. En el pie de página una citación para ver el video que presentó su vecino de enfrente que grabó con sus cámaras de seguridad.



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Vecinos Enfrentados #04




A pesar de que sus codos están cansados de tanto someterlos  en un rígido apoyo sobre la mesa, aún le queda una última esperanza de cenar en los próximos minutos. Su compañera, quién le anticipó una noche de mucho diálogo, está por llegar a su casa. Es por eso que con mucho amor, no solo la espera, sino también preparó una gran velada. Entonces escucha, penetra por sus paredes de treinta centímetros de ladrillos, cemento y revestimiento de madera, música que apenas permite concentrar sus pensamientos. Un poco enojado sale a gritar “al aire” densas indirectas hacia su vecino de enfrente. Como no funcionó, saca el parlante más potente de su casa apuntando al enemigo, reproduciendo un género extremadamente opuesto e ingresa a esperar.

    Momentos más tarde, llega su mujer enfadada por el disturbio. Defendiéndose explica el por qué en vano, el vecino de enfrente no pudo contra el parlante y apagó la música.

    Situados fuera de su hogar charlando sobre el suceso, ven llegar un auto con el tráiler cargado con dos parlantes enormes y un centro musical.



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Vecinos Enfrentados #03




Comenzó a descargar las bolsas de mercadería del auto. Abrió la puerta de su casa una vez dejada las mismas en el suelo. Cuando ingresa a su hogar, su mujer le llama la atención. Está marcando huellas de suerte sobre el piso recién lustrado. Limpió el jardín de montones por doquier. Al día siguiente vuelve a encontrar y otra vez, a pisar. Su rostro refleja irritación.

    A los pocos días, instala una cámara de seguridad oculta, con grabación absoluta de movimientos. Nadie se escaparía de una situación sospechosa.

    El despertador suena sin cesar, un nuevo día ha comenzado. Se despertó muy feliz ya que está dispuesto a monitorear las acciones nocturnas que lo mantienen preocupado.

    Un sujeto plantado en el jardín, inerte. Simplemente mira a su alrededor, nada hace. Quedó justo frente de la cámara sin darse cuenta; es su vecino de enfrente.

    -¡Vamos, viejo loco! Imaginé que eras vos –se pone de pie fastidioso, rezonga.

    Allí yace, en plena noche. Llamó a su mascota. Parece ser que tal, está entrenada para llenar de suerte el jardín del vecino de enfrente.

    Esta historia continuará.



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Vecinos Enfrentados #02




Parado frente a la góndola, con los cordones desatados. Piensa, discierne según su necesidad de satisfacción qué yerba mate llevará. Parece ser que ninguna lo convence, todas rebalsan de polvillo. Observa a su alrededor, busca algo que él ni siquiera sabe.

    De reojos, ve a alguien a través de la vidriera. El vecino de enfrente camina en dirección al maxikiosco con su bolso de mandados. Su corazón empieza a latir, una nueva oportunidad está a punto de hacerse presente.

    -Hola, dame un paquete de yerba mate… emmm… también, el diario de hoy… fotocópialo diez veces, puedo esperar –balbucea, trata de sonar lo menos sospechoso posible. El vecino se encuentra a solo pasos del ingreso. El plan reside en demorar al vecino para que tal no logre su objetivo; quiere fastidiarlo. Imagina una situación de atención hacia él. Entretiene a la kiosquera, desea dejarlo clavado y que se aburra de tanto permanecer en el lugar para que luego se vaya.

    -¡Vamos viejo loco! ¡Cuándo pensás entrar! –discurre; la kiosquera saca fotocopias. Mientras tanto el vecino de enfrente sigue de largo.



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Vecinos Enfrentados #01




Se despierta en plena madrugada con una gran idea. Al levantarse de su cama camina lentamente en dirección a la ventana que da a la calle. Observa algunos segundos. Nadie se encuentra en la casa de enfrente. Corre a su cochera, abre el portón, enciende su auto y sale marcha atrás velozmente. Estaciona en la orilla del cordón a pesar de estar cometiendo una infracción: la casa tiene un cartel de prohibido estacionar. Vuelve a su casa corriendo, cierra el portón y se termina de desvelar husmeando por su ventana la reacción del vecino.

    -¡Vamos viejo loco! ¿A qué hora pensás ir a trabajar? –pasa una hora. Aún no hay señales de su vecino de enfrente. Comienza a desesperarse. Quiere que su vecino se tope con la problemática de no poder sacar el auto del garaje por tener uno previamente estacionado.

    De tanto esperar se queda dormido en el sillón que había arrastrado hasta la ventana para mayor comodidad. Cuando despierta, al mediodía, ve por la ventana un cartel pegado en su auto que dice: Querido vecino, hoy estoy franco.



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