Blog de Fabricio Rodríguez de la ciudad del Villazo, Santa Fe, Argentina.

Elocuciones interminables (no-Demóstenes)


 


Voy a tratar de describir a esa persona que alcanzó gran popularidad en la década pasada. Hace aproximadamente 7 años escuché hablar de él y la curiosidad me llevó a conocerlo. En aquellos tiempos solía aparecer semanalmente en la televisión, explicando de manera única diversos temas de la vida cotidiana. Los capítulos eran atractivos en términos de producción y estética. Con el paso de los años, por razones desconocidas, tal vez por falta de presupuesto, baja audiencia o decisiones políticas, dejó de aparecer en pantalla. Actualmente, en el mismo canal, transmiten programación antigua, aunque ahora la importancia se encuentra en llenar teatros y estadios.

 

Al parecer, su carrera como divulgador comenzó años antes de su estallido en la televisión. No me interesa mucho indagar en cómo llegó allí, ya que considero que no es relevante y asumo que no afecta al lector. Solo agregaría la sospecha de que su hermano, quien es periodista, pudo haber tenido algo que ver.

 

Es obvio que posee habilidades elocuentes para participar en cualquier panel de cualquier programa que trate sobre cualquier tema. Hace unos años, tuve la "oportunidad" de presenciar sus discursos en vivo (incluso me tomé una foto al finalizar). Digo "oportunidad" porque me regalaron la entrada, de lo contrario asistir al teatro para verlo habría costado lo mismo que una cena para dos en el elegante restaurante de mi ciudad. La verdad es que la función no fue gran cosa; allí descubrí que algo no cuadraba.

 

Desde que lo conozco, soy escéptico. Cuando me preguntan qué me parecen los contenidos que expone, evito dar una opinión porque su constante parloteo me sumerge en un mar de palabras que nunca me llevan a ninguna parte. La mayoría de las personas tienen la reacción contraria y quedan enamoradas de este locutor (o animador, ¿quién sabe?). A mí no me pasa eso, desconfío sin tener un fundamento claro. Bueno, tal vez sí hay uno: él finge saber cuando en realidad no sabe nada más que hablar.

 

Hay algo que lo caracteriza y que podemos destacar: su capacidad para hablar en público durante varias horas seguidas. Pronuncia letras, palabras, oraciones, frases, etcétera, etcétera. Lo he visto humedecer sus labios con un sorbo de agua de una botella biodegradable de 500cc, sin mostrar necesidad de lubricar sus cuerdas vocales. Lo que sí muestra es un exceso de voluntad o, visto de otra manera, un impulso natural. Pareciera que el Dios del lenguaje resucitó para escribir su destino: hablar como pocos seres humanos lo hacen (al menos en mi "mundo" limitado). Resulta poco creíble que en el siglo XXI aún exista el Dios del lenguaje, una especie de reencarnación de Thot.

 

En sus momentos más lúcidos, mi abuela solía decir que hablar es fácil. Al escucharla, imaginaba que la inmensa mayoría de personas en este planeta habla (habría que buscar estadísticas en otro momento). Pero aprendí que hablar está más cerca de comunicarse que de cautivar al público a través del habla. Lo segundo es otra cosa, una combinación explosiva y, me atrevo a decir, potencialmente peligrosa como una estafa. La descripción gráfica de lo que cuento se refleja en una nube de palabras que desprende el aroma de un gran hechizo que seduce a los espectadores.

 

En los escenarios, se enfrenta a multitudes sin causar cansancio. Hay otras personas que, en los primeros minutos de su intervención, aburren hasta provocar bostezos y uno querría arrojarles el celular, sin importar lo lujoso que sea. Sin embargo, con él, uno termina con los músculos faciales adoloridos de tanto fijar la cara de tonto. Intenté imaginar si esto se debe a su apariencia, ya que en cuanto a presencia podría considerarse disruptivo según la perspectiva desde la cual se le juzgue. Grandes oradores elocuentes como Steve Jobs o Nelson Mandela han utilizado ropa negra en sus conferencias para no agotar visualmente a su audiencia, lo mismo el Che Guevara o Fidel Castro que dio un discurso de 4 horas con un conjunto liso verde oscuro militar. Sin embargo, este individuo se viste con ropa cotidiana que me hace pensar en un cartel colgado que dice: "Vamos, llámame 'pendeviejo'".

 

Hasta el momento publicó dos libros. En el primero, explica temas interesantes, algo similar a lo que hacía en los programas. El segundo, que despertó mi curiosidad, trata sobre lo mismo pero encuentra una forma creativa de expresarlo. No soy experto en literatura, pero creo que podría clasificarse como una novela o algún subgénero.

 

En los libros también encontramos esa encantadora forma de expresión, aunque no sea a través del habla. Las palabras que escribe tienen un efecto de letargo académico. ¿Algún día despertarán los lectores cautivados y le concederán el podio de los "no-Demóstenes"? Nada sería más hipócrita que eliminar la hipocresía, ya que como dice el viejo refrán: "Lo que no te mata, te hace más fuerte". Hablemos y escribamos ociosamente sobre él, porque la vida es demasiado breve como para aburrirnos.


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