Blog de Fabricio Rodríguez de la ciudad del Villazo, Santa Fe, Argentina.

Absolutamente extraño





Hace tiempo, Rocco, quiere empezar a leer. A primera hora del día, visita la librería.

    Revisa los distintos estantes organizados por géneros. Le cuesta decidir. Un libro cae al piso golpeando ruidosamente. Rocco se agacha para recogerlo y alguien más lo levanta del suelo. El hombre se presenta como Máximo. Mira el ejemplar y le pregunta a Rocco si prefiere las investigaciones. Responde con una mueca y en broma que es posible ya que pretende alcanzar objetivos.

    –Encontré la persona indicada, entonces. Estoy buscando emprendedores para una expedición. Necesito personas curiosas, perspicaces, aventureras y que participen en grupo sin ningún problema.

    Rocco aprecia sin palabras que decir. Añora la necesidad de agregar un nuevo ingrediente que rompa con la rutina o la monotonía de su vida. Irrisorias veces toma decisiones, mucho menos en grupo. Pretende resplandecer lo mejor de su persona incluso en condiciones azarosas. Jamás se compromete en realizar aportes sin rendirse ante la primera dificultad. Sin embargo, teme fallar, ya que las personas en conjuntos se complementan con las destrezas y habilidades de cada una de las mismas.

    Sigue a Máximo, como lo pidió en la biblioteca. Descienden por el ascensor hasta la planta baja del edificio situado en la primera avenida de la ciudad. En dicho espacio se encuentra el estacionamiento. Ingresan disimuladamente a pesar de que solo los propietarios guardan allí sus vehículos. En el contrato está establecido que a cada dueño le pertenece un espacio para un auto y uno para una moto o bicicleta. Nada más se admite allí, mucho menos pensar en realizar cualquier tipo de actividad. Es por eso que está rodeado de carteles de prohibiciones y peligros. También, rara vez se cruzan las personas. No se ve demasiado, está ambientado con algunas lámparas aisladas predominando la escasez de luz, es decir, la oscuridad. Solo los pasos en el estacionamiento resuenan como al vacío. La garita del custodio ilumina más que el estacionamiento en sí.

    Longitudinalmente, las columnas que sostienen el edificio, separan los lugares para estacionar. Al final de las mismas, se halla una escalera con estribos al que les sucede un portón bastante rancio, similar al de los talleres de hace 50 años, que se elevan jalando una cadena que da acción a unas poleas. Observan cada rincón con la linterna de un celular. Máximo, inspirado, hace un monólogo sobre lo que podría haber detrás del portón. Imagina encontrar fenómenos desconocidos, ya que dice haber escuchado cientos de teorías, mitos y leyendas sobre ello. Tal vez simplemente sea una puerta. Rocco refleja grandes dudas. Se siente incapaz de planificar y de abordar con entusiasmo e ímpetu el porvenir. Luego, regresan a la garita.
    
    –El destino será nuestro cuando marquemos el camino. Rocco, somos personas dispuestas a escribir la historia, para dar respuestas a los acontecimientos que ni los más expertos científicos se han planteado. Hoy será el día en que una gran imaginación luche contra las bajas expectativas que depositamos en nosotros mismos.

    Junto a la garita se encuentran algunos casilleros con sus puertas dobladas y algo oxidadas. Máximo abre uno y saca un bolso de mano, una careta de esas que son antigás y que también protegen los ojos, un pequeño machete y una linterna. Rocco ingresa al baño con la intención de acomodarse correctamente la máscara.

    Dentro del baño, Rocco, se encuentra con Tomate, un viejo conocido que ya no está entre los vivos. Su rostro cambia rápidamente. Palpita su corazón la falta oxígeno y se retuerce de nervios. Poco cabe la idea de encontrarse con un muerto. Carece comprensión absoluta sobre lo que sucede. Junto a él, hay un niño que jugando. ¿Qué hace jugando en el baño de ese estacionamiento tan oscuro, cerca de un muerto que habla? En seguida surge otra pregunta, ¿cómo es que se le ocurre ir a una expedición subterránea con Máximo? Rocco, con sus últimas fuerzas, personifica incapacidad para expresarse, se siente desconectado de la realidad; así se muestra en el espejo. Sus pensamientos se inundan con viejos recuerdos y formas de actuar, producto de la reminiscencia.

    Tomate le advierte que no baje. Aparentemente, Máximo, lo manda al muere. Rocco pregunta por qué, y Tomate, luego de una pausa, insiste con que no ingrese al lugar al que lo guían. La situación es por demás de tenebrosa. Ahora afinca totalmente paralizado. Tomate golpea un hombro a Rocco como saludando y se retira del baño. Éste, mareado, se afirma a la bacha para mirarse al espejo y el niño exclama que Tomate le acaba de robar el machete. Revisa su bolso de manos sin observar lo que hay y definitivamente no está. Grita su nombre con todas sus fuerzas mientras corre a buscarlo. La voz del cuidador del estacionamiento lo detiene preguntando qué le pasa. Le explica. Máximo no está en la planta baja. Señala el vigilante que nadie entró a la garita ni al baño, ni salió, además de él.




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