Blog de Fabricio Rodríguez de la ciudad del Villazo, Santa Fe, Argentina.

Cavadores de pozos




Alejandro soñó con unir a los vecinos del barrio marplatense. Lo intentó en varias oportunidades pero sin éxito. Esta vez, la situación económica en medio de una pandemia, los empujó a una aventura peligrosa, digna de leer en las noticias.


-El deber nos reúne -Alejandro expresa con vehemencia el discurso que preparó hace día, y el resto se acomoda para escuchar atentamente-. Estamos para cumplir la misión que resolverá los problemas de nuestras familias –agita el dedo hacia arriba, no más alto que su mentón, emocionado por la fuerza prometedora del guión que circuló durante la semana por grupos de WhatsApp-. Los presentes, juramos lealtad ante el plan y ofrecemos lo mejor con firmeza, valor y subordinación –frunce el ceño, queda inmóvil mirando hacia adelante, focaliza un punto fijo en la nada y continúa...-. Nuestras manos están listas para empuñar los mangos y enterrar las puntas redondas en la tierra -muestra sus manos; desde el tercer tumulto de personas observan lo enorme y deformes que están por los callos-. Nuestras cualidades superan cualquier máquina. Memoria, dedicación y esfuerzo, es el trípode para alcanzar el motivo que nos iguala, lo conseguimos unos pocos y otros quedan en el camino -mientras escupe las palabras tal cual las escribió, evoca a Elisa, su mujer, que no está entre la multitud-. Somos 300 personas para excavar los hoyos que necesitamos -lo dice lento, mirando a la mayoría directo a los ojos, busca adrede cruzar las miradas-. Observen la pala de la abundancia para que nunca nos falten pozos por ahondar -en la esquina, entre el cruce de las dos avenidas, hay una estatua de un trabajador con una pala cargada al hombro, pero nadie sabe si es un homenaje o qué significa la escultura-. Nos representa. Tenemos el deber de jurarle a la pala de la abundancia -sin embargo, los citó en ese lugar y aprovecha la estatua para inventar la historia de la pala de la abundancia, como motivación-. Y con dicha herramienta que trajimos individualmente, tenemos la obligación de cavar. Es la única meta que nos convoca, quién no esté de acuerdo, que deje la pala a un costado o se vaya con la misma -Alejandro sentía de antemano la seguridad de que los vecinos disponibles están convencidos de hacer el trabajo-. Este es el momento en el que vamos para el mismo lado, dejando afuera a los librepensadores. Sepan aquellos que traicionan, que no sabrán la que les espera. Ante cualquier pregunta responder con autoridad que solo estamos haciendo pozos y negar que atenta contra la propiedad privada porque no es así -la policía se sorprenderá al ver a 300 vecinos paleando en las veredas del barrio-. Aquellos que no sienten el llamado, sin importar la pala que tenga o cuánto haya excavado, los que perdieron el fuego que los mantiene vivos, tienen la oportunidad de renunciar. Junto a los cavadores de pozos, no hay lugar para los tibios ni para quienes tienen miedo -los vecinos notaron el énfasis de esta última frase como una inyección de orgullo-. Estamos dispuestos a excavar por más fuerzas que quieran detenernos-Alejandro piensa que romper la cuarentena en medio de una pandemia para llevar adelante el plan significa un escándalo para la bonaerense por lo que podría solicitar refuerzos a Gendarmería o Prefectura-. Con cada montaña de tierra que saquen con sus palas, con el compromiso que nos compete, llegaremos más rápido a descubrir los cables telefónicos de la multinacional. Haremos montones de tierra a un costado. Usaremos pala, pala y más pala. Cavaremos en línea recta siguiendo el cordón cuneta. No hay futuro si no terminamos, depende de nosotros. Para tener dinero hay que vender los cables, para vender los cables hay que descubrirlos, para descubrirlos tenemos que excavar pozos en las veredas del barrio. Vecinos,¡orden y pala!


-¡Para servir, y cavar en Mar del Plata!




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Macarita





¿Qué valor tienen los objetos materiales para las personas? Depende. Cuando hablamos del concepto valor se abre un abanico de definiciones: valor sentimental, valor de cambio, valor por su antigüedad, valor por quién lo usó como por ejemplo los botines con los que metía goles Osvaldo Escudero, y valor legal. En esta última categoría entran todos los objetos materiales que le son útiles a la justicia como pruebas para enjuiciar a quién esté fuera de la ley. En la vida de Dardo hay un objeto material en discusión pública.


Todo empezó cuando dedicó la mañana del viernes para buscar una noticia relacionada con la banda de Samuel. Como lee pocos diarios digitales, tiene dificultades para encontrar las secciones, se conforma con lo que aparece en pantalla, por lo que debió esforzarse ya que deseaba enterarse qué se dijo al respecto. Los nervios le jugaron en contra, en reiteradas oportunidades quedó segundos con la mente en blanco. No es para menos, le incautaron a Macarita, la lancha con la que iba a pescar cada tercer domingo del mes. Es tan importante en su vida que tiene un lema "la segunda quincena solo se destina para llenar el tanque con nafta y encender el motor" para navegar en el Paraná. En el diario no vio ninguna foto de la lancha que recibió de herencia y que participó en la Fiesta Nacional del Pacú, pero encontró la sección policial y la noticia que buscaba. Entre quejidos y de corrido la leyó hasta el final.


Por otro lado, un grupo de vecinos de Goya comentaron en un medio de comunicación de poca audiencia que la banda de Samuel es una mentira, un invento para mostrar que se combate el narcotráfico en el noreste de Argentina. Agregaron que solo son un grupo de amigos que mueven porro por la capital y alrededores, que consume "todo el mundo", que los hijos de las personas de clase media que hicieron la denuncia son los primeros que compran, entre otras cosas más. “Un disparate”, comentaron off the record los locutores. La tenacidad de los vecinos los llevó a que durante la semana hicieran cadenas de WhatsApp para colgar carteles en postes de luz aclarando que los pibes no son narcotraficantes, que se ganan la vida con un negocio que se sostiene desde años en la comisaría de la Av. Argentina Rojas. Es decir, que hay que ir por la policía que está implicada y no por el último eslabón.


La primicia de la banda de Samuel es un ejemplo parecido a la de Rambito, el pibe que usa una vincha, y que por la actitud, la boca tuerta y los músculos, lo apodan así. En fin, Rambito fue escrachado con nombre y apellido, aunque nadie lo reconozca por nombre y apellido, en varios diarios regionales lo enjuiciaron como narco y nada que ver, es un pobre pirincho que vende unos porros. De todos modos en la foto salió de espalda, seguro pasará desapercibido.


La vida tiene una oportunidad para sacarte lo que más desea, nunca se sabe cuándo, pero sí que ocurrirá. Dardo pasó su primera noche sin su lancha. Se desveló pensando que le pagarán la segunda quincena, y que no podrá llenar el tanque con nafta para navegar. No sentirá el río salpicando en la cara, ni oirá rugir el motor Honda, ni verá a la distancia los Sauces llorones, ni olerá camalotes. Solo pensó que jamás sacaría a Macarita del corralón, ya que fue incautada como vehículo utilitario de la banda de Samuel, a raíz de una foto que se sacó uno de los detenidos apoyado en lancha, a orillas del río Paraná.


Dardo estaba tan pero tan triste que en la mañana del domingo siguiente vio una lancha totalmente idéntica que también se llamaba Macarita. La estaba usando Cacho, uno de los policías de la comisaría de Av. Argentina Rojas. Al parpadear los ojos vidriosos, se le cayeron dos lágrimas y las juntó con la manga de la campera, como lo hacía cuando navegaba a mucha velocidad.





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