Blog de Fabricio Rodríguez de la ciudad del Villazo, Santa Fe, Argentina.

Enceguecido




Una imagen espantosa golpeaba las manos contra el suelo levantando polvillo y meneaba con movimientos oblicuos la cadera; tenebrosos sonidos salían de sus vertebras al estrujar el cuerpo mientras se ponía de pie. Un sujeto, no se percataba que lentamente, como flotando en el aire, lo rodeaba la imagen. Ésta se burlaba de él cuando se dirigía plácidamente a un camino repleto de obstáculos, que parecían estorbos que solo veía cuando los chocaba asegurándose que allí estaban. La imagen al rodearlo lo enceguecía captando de su atención de manera audaz. Seguía estrujando el cuerpo y movía sus manos asediándolo; la danza establecía el horizonte. La imagen que para él no existía era quien marcaba la dirección.



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Vecinos Enfrentados #15




Se esforzaba por tachar la imagen de la compañera del vecino de enfrente. En un instante sus neuronas saltaban recordando si otra mujer lo había mirado así. ¿Su imaginación jugaba con él? ¿Deseaba a la mujer de su prójimo, siendo este su nuevo enemigo? ¿El enemigo es el prójimo? Dudas empapeladas con misterio lo hacían confundir.

    Apoyado sobre la pared no perdía de vista su plan en acción. La vez que conoció un joven actor que vive de pequeños papeles que consigue, sabía que lo contrataría en un futuro. El actor, vestido de traje con una planilla en manos, realizó algunas preguntas sobre los derechos de los animales; para no sembrar sospechas recorrió cuatro cuadras a la redonda. Observando a la compañera de su vecino, dedujo que no se negaría a revelar sus datos en la encuesta; ella utiliza pullovers con animales bordados.

    Esa misma noche, mientras hacía zapping en la tevé, ingresó con entusiasmo a las redes sociales para buscar virtualmente a la chica de enfrente. De los datos que recolectó el joven, solo uno era importante: simplemente su usuario.

    Por la tarde, el actor recibió su paga y se fue pensando cómo pueden existir vecinos enfrentados.



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Vecinos Enfrentados #14




Estaba apoyado sobre la pared de su casa, justo al lado de la puerta principal, que hace poco había pintado. Desde ese lugar podía ver perfectamente todos los movimientos de su nuevo vecino de enfrente. Para poner en práctica una estrategia y atacarlo, cree conveniente analizar detalladamente la situación.

    Hasta el momento, tiene noción de que sólo conoce los puños del vecino. ¿La estrategia sería dirigirse a la puerta y sorpresivamente responder de la misma manera? Piensa que quien pega primero pega dos veces, ¿si anteriormente empezó su vecino, esta vez volvería a pegarle? Todavía está dudando en aplicar una estrategia.

    Su coraje estaba por las nubes; con los puños apretados y las piernas ligeras, livianas, casi como las de un boxeador, cruza la calle, mirando fijamente la puerta que parece que también hace poco que la pintaron, se dirige hacia la misma. Ansioso y nervioso toca timbre de la peor manera, con su dedo pegado al botón. En la anhelada espera de golpearlo, lo atiende una mujer.



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Vecinos Enfrentados #13




Luego de la intensa pelea, limpiando su rostro con agua en el baño de su casa, no podía creer que su vecino de enfrente quiera comenzar una guerra. Jamás había pretendido golpear al recién llegado; su intensión fue saludarlo e iniciar una común relación.

    Una grieta naciente en su ceja –tremendo dolor surgía de la herida-, fue la chispa que encendió la voluntad de querer ir a prenderle fuego la casa y bailar alrededor. Su plan radica en destruirlo y/o convencer con violencia a una nueva mudanza lejos de su vida.

    Mientras veía su rostro en el espejo, sus lágrimas empezaron a caer; largó un llanto que podría haber sido escuchado en otras habitaciones. ¿Cómo es posible que le sucedan este tipo de cosas?  ¿Se encerraría dejando el problema de lado para no enfrentarlo?

    Al final, en plena reflexión, aceptó el desafío, el único camino que brindaba el azar. Ahora sus pasos tienen un propósito, sabe que tiene que acabar esta guerra de vecinos enfrentados.



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Vecinos Enfrentados #12





Se acercó a la ventana. Con una suave caricia desliza la cortina sobre su mano; el vidrio estaba húmedo y una gota caía formando una grieta sobre lo empañado; permitió ver: un camión fletero estaciona enfrente. Se imaginó en guerra con su nuevo vecino.

    Para arrojar al suelo con suma decisión, la duda que en cualquier momento sola caería como en el vidrio la acumulación de humedad con forma de gota, abrió la puerta y comenzó a caminar con intensión de saludarlo. Cruzó la calle sin ver, pensando que por fin todo estaba saliendo tan bien que imaginaba un futuro próximo junto a ese otro que recién se está mudando.

    A pocos pasos del camión, desde la vereda, empezaba a palpitar el posible saludo. Observaba hacia adentro mientras avanzaba, como a nadie veía cambió su mirada hacia la ventana. El vecino nuevo, que apurado estaba por ingresar sus cosas a la casa, trotaba con prisas en dirección al camión. Ambos chocaron tanto sus cabezas, que el fletero asustado al oír, pensó que algo se había roto y corrió a averiguarlo. Cuando llegó, lo único que vio, fue vecinos enfrentados.



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